Eres la marcha de mi respiración, la esdrújula de mis frases imperfectas, el peso de mi voz cuando te leo. Eres la curva de mi vida recta, el gris de la ciudad dormida, el salto al charco que acostumbran los cansados. Vamos a ninguna parte; la vida es carreta de chapulines. Y tu eres brújula sin polo norte, giro hacia la izquierda (o la derecha, que aquí da lo mismo); eres pez que nada en lo que me queda de cabello y lo haces ver como melena con baños de dorado.Eres sánscrito y malescrito, arameo y nación libre, perro sin lengua y lengua sin títulos: eres yo en mi, y nada y tanto como te deseo: soy humo y tu el suspiro que deshace mi cuerpo de caracolas y de hilos. Eres cambio de rumbo si soy tu río, o suelo firme si soy un árbol.
(El destino no es la esperanza, sino el simple final de todas las cosas. El destino es lo que se agota; es, incluso, un camino más corto que el futuro. Jacques Derrida hablaba de la lluvia de significados que se desata a partir de una sola palabra. Imre Kertész refería que los hombres, como las palabras en Derrida, diseminan destinos –diseminar, raíz compartida con semen–: muchos destinos probables para un solo individuo. Los hombres y las palabras llevan, entonces, un mismo destino incierto, que a la vez son muchos: ni las palabras ni los hombres saben hacia dónde van una vez que han sido desempacados, una vez que han visto la luz amarilla del sol. Los hombres y las palabras, entonces, comparten la incertidumbre del que no sabe hacia dónde va.)
Eres más, más que el momento mismo del contacto, más que la fina película adherida al cuerpo el día después (que me niego a disolver en la regadera cuando no estás, y me la quito con la lengua). Eres el recelo de los parques por las nubes cerradas; el reflejo de las llantas en el instante previo a enturbiar el charco. Eres el fantasma en las palabras mal impresas de los libros en cuché; la liana que permite cruzar las rías; sal que se sabe sal si alguien la prueba.Eres tanto o más, si no te tengo.Y ya veré qué hago si un día me despiertas.Y ya veré qué hago si algún día te encuentro.
(Dos caminos llegan a ti: uno de leche en polvo, por carreteras federales; otro íntimo y mejor, hecho con flores que voy descarrilando; letras atoradas en la cuneta de miel; sílabas que dividen los sentidos de los ca-rri-les, y guiones como anuncios, sueños como puentes, cielos como destino, y milagros que uno espera cuando se va borracho a 300 por hora).